lunes, 21 de junio de 2010

Sobre gustos...

Pocas máximas tan erradas como “ Sobre gustos no hay nada escrito”. Hay mucho, muchísimo escrito sobre gustos, de todos los tipos y colores. Cataratas de páginas elucubran sobre moda y tendencias, lo que está “in” o “out”, sobre lo que se debe o no usar, hacer y pensar.
Usted, inteligentemente, pensará -“Pero ese dicho no se refiere a lo que está escrito sobre gustos, sino a que, en materia de lo que a una persona puede o no gustarle, no existe ley que mande o prohíba, no existe regulación de lo que puede gustar más allá de que las costumbres y moral vigentes en el lugar dónde reside el sujeto en cuestión le permitan, o no, satisfacer ese gusto” –
Pero esto tampoco es tan así. Los diseñadores de nuestros gustos no somos sólo nosotros, de hecho muy poco nosotros. Miles de personas eligen a diario lo que la cultura transmite como opciones para nuestra elección, desde la estética de nuestro mundo hasta las estructuras sociales que nos rigen. Dentro de esta variedad limitada de opciones nosotros gustamos más o menos de unas y otras cosas. Entonces, a lo largo del desarrollo de la humanidad, existe cada vez un mayor estudio de lo que debe ofrecerse en materia de gustos (cataratas de opinión escritas) y una retroalimentación de lo que gusta para la generación de los nuevos gustos y, consecuentemente, de un círculo artificial en franca consolidación. Pero de vez en cuando alguien se sale de esta matriz y rompe con lo escrito en materia de gustos y diseña algo que al mirarlo nos hace decir, -“Y, sobre gustos…”- Cuando esto sucede es un error suponer casualidad una cualidad de diferenciación, que no muestra anclaje con nada de lo establecido, con nada de lo que mayoritariamente gusta. En general es mucho más difícil lograr este rompimiento, este desacuerdo coherente y voluntario que proponga un criterio nuevo, que lograr aceptación conforme con los gustos convenidos.
Y si no es por este afán de trascender esta estructura de convención sobre la que hay mucho escrito, no se entiende que el Chevrolet Agile sea tan, pero tan, feo.